Las órdenes fueron precisas. “No dejen pasar a nadie, pero cuidado con estropear al pueblo ni darle de culatazos”. Un centinela grita a la muchedumbre: “Tenemos orden de no disparar contra el pueblo”Ocho individuos, son los primeros en entrar y con precisión se encaminan a la celda donde están los prisioneros.
Dos soldados con sus rifles, cuatro muchachos y dos criminales, relata Loor Moreira. Entre ellos iba José Cevallos el cochero del Palacio Presidencial. La puerta se abre de un golpe. “¡Silencio! ¡Que quieren de mi!”, increpa Alfaro. Cevallos le da un barretazo y le dispara un tiro a la cabeza.
“¡En el nombre de Dios!” Prostitutas, ladrones y frailes. Alargaron las manos sobre el menudo cuerpo, a tantearle, a dejarle sin sonido, a desgarrar sus ropas, a tocarle alguna vez, ídolo muerto. No podían hablar, pero reían. Se dieron placer en clavar las uñas y robarle. Desnudo ya, descolgado de su aventura, le llevaron hasta el filo del corredor y de allí lo aventaron contra el patio. (Parejo Diezcanseco).Siguen Páez, Medardo Alfaro, Serrano, Coral a quien le arrancan la lengua y finalmente Flavio quien, herido y todo, opuso resistencia. Los cadáveres desnudos o con poca ropa interior son arrojados, de las celdillas al piso bajo y de aquí los entregan a la multitud que los arroja del pretil del panóptico a la calle.
En esta hora de odio, en que el crimen era una proeza y la multitud, ebria de furor, muchos se disputan la hazaña de haber dado muerte a los presos.
Fuente: http://elecuadordehoy.org/2008/01/29/la-muerte-de-eloy-alfaro/
me parece muy triste esta entrada ? jajaja
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