domingo, 1 de enero de 2012

MUERTE DE ELOY ALFARO

Las órdenes fueron precisas. “No dejen pasar a nadie, pero cuidado con estropear al pueblo ni darle de culatazos”. Un centinela grita a la muchedumbre: “Tenemos orden de no disparar contra el pueblo”Ocho individuos, son los primeros en entrar y con precisión se encaminan a la celda donde están los prisioneros.

Dos soldados con sus rifles, cuatro muchachos y dos criminales, relata Loor Moreira. Entre ellos iba José Cevallos el cochero del Palacio Presidencial. La puerta se abre de un golpe. “¡Silencio! ¡Que quieren de mi!”, increpa Alfaro. Cevallos le da un barretazo y le dispara un tiro a la cabeza.
“¡En el nombre de Dios!” Prostitutas, ladrones y frailes. Alargaron las manos sobre el menudo cuerpo, a tantearle, a dejarle sin sonido, a desgarrar sus ropas, a tocarle alguna vez, ídolo muerto. No podían hablar, pero reían. Se dieron placer en clavar las uñas y robarle. Desnudo ya, descolgado de su aventura, le llevaron hasta el filo del corredor y de allí lo aventaron contra el patio. (Parejo Diezcanseco).Siguen Páez, Medardo Alfaro, Serrano, Coral a quien le arrancan la lengua y finalmente Flavio quien, herido y todo, opuso resistencia. Los cadáveres desnudos o con poca ropa interior son arrojados, de las celdillas al piso bajo y de aquí los entregan a la multitud que los arroja del pretil del panóptico a la calle.

En esta hora de odio, en que el crimen era una proeza y la multitud, ebria de furor, muchos se disputan la hazaña de haber dado muerte a los presos.
Fuente: http://elecuadordehoy.org/2008/01/29/la-muerte-de-eloy-alfaro/

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